De cháchara con Daniel Chachagua un 1º de agosto .
Así tituló la nota que realizó "El Periódico de San Francisco" a nuestro compañero de la Comisión Directiva, Daniel Chachagua.
“Un lugar muy hermoso, entre montañas, una paz total, donde uno puede admirar la naturaleza”. Así describe Daniel, la pacha de sus abuelos, su gente y su padre. Un tiempo y un lugar donde “no necesitas grandes lujos para ser feliz, allá es una realidad, uno es feliz, en todo momento”. Recuerda que “antes para llegar había que ir a lomo de mula con todo el equipaje desde un pueblito que queda a 25 km, cruzar ríos, subir y bajar
recuerdo se dibuja en la imaginación con toda la belleza de ese Tucumán que ya inspiró a tantos poetas.
montañas, una cosa muy linda” y su
recuerdo se dibuja en la imaginación con toda la belleza de ese Tucumán que ya inspiró a tantos poetas.
“Mi papá nació en un pueblo que se llama Gonzalo, departamento Trancas, las raíces originarias son de los Tolombones, parte de la gran nación Diaguita”, cuenta entre mate y mate.
“Me costó mucho encontrar mis raíces porque yo viví en Buenos Aires hasta los 25 años, sólo que iba muy seguido al Norte, a Tucumán. Siempre buscaba saber, les preguntaba a los músicos más quichuistas, pero nunca me supieron decir qué significaba mi apellido.
Recorriendo el Norte con un grupo de Sunchales, fuimos a tocar a Palpalá, Jujuy. Cuando me presentaron, la gente empezó a gritar “ese es nuestro”.
Cuando bajé del escenario se acercó a hablar un muchacho joven, maestro rural, y me explicó lo que había pasado. Es que esta gente son todos Kollas, esa es gente tuya, se dieron cuenta que vos les perteneces. Él me explicó, Chacha es palabra y agua, vida: “palabra de vida”, eso me quedó para siempre.
¡Que nadie me lo saque por Dios!”
Daniel Chachagua hace diez años que vive en San Francisco, nació en Buenos Aires, de padre y madre tucumanos. Con orgullo, el hijo de Felipe y Martina, habla del hombre que un día decidió emigrar a la gran ciudad en busca de nuevas posibilidades, luego de ser trabajador golondrina en aquel Norte de cosechas manuales y hacheros. A pesar de las distancias, los Chachagua nunca dejaron de volver al vientre de la tierra que los parió.
Pachamama, diosa femenina que engendra, produce, nos demuestra su generosidad ofreciendo los frutos, los minerales y las riquezas guardadas en su seno. Así nos protege, así nos sustenta, así nos nutre, nos acuna en su regazo de madre, fértil y sanadora.
Porque es tiempo, porque es universo,lugar y todo eso es tierra y todo eso es madre. El 1º de agosto, los pueblos andinos la celebran, la corpachan, la alimentan, la agradecen, le danzan y le cantan porque ella les da las buenas cosechas, multiplica el ganado, cuida de los animales silvestres y bendice a
los artesanos. “En este día recuerdo mucho aquellos lugares, las ofrendas
a la Pachamama. De ellos aprendí el
respeto a la madre tierra. Si iban a arar
con sus caballos la mancera, antes de
empezar pedían permiso, cuando carneaban un animal también.
En una fiesta cualquiera, se juntaba un poco de cada animal y cuando las marcadas terminaban iban al centro del corral,
hacían un pozo y dejaban la ofrenda a
la madre tierra. Hoy en día siguen con
esa costumbre”.
A la distancia se celebra diferente este 1º de agosto, “se unieron dos costumbres en casa, con la gente del Norte y la del Litoral. La gente del Litoral que tiene su caña con ruda. Y pensar. Uno se tiene que tomar como cómplice de todos los desastres que estamos haciendo, la falta de respeto con nuestra madre tierra que es la que da vida”.
El bandoneón siempre está a mano y hay que pedir un tema. No se niega a tocar,así como su gente no se niega a bailar cuando comienzan a volar las “criollas”que se escapan de la caja mágica que cobija Daniel entre sus brazos de viento. “Yo no sé música, entiendo pero todo lo hago de oído. Desde los 6 años aprendí bandoneón. Tenía un tío que tocaba en una orquesta y me eligió para enseñarme sólo a mí. Después no me gustó estudiar la música, no quise saber más nada, me escapaba cuando él venía, nunca aprendía la lección.
Cuando iba a Tucumán, mi abuelito y toda la gente de allá se desvivía por escucharme, yo sabía seis, ocho temas. A mí me quedó eso, lo que significaba para ellos la música, por más que tocara diez veces lo mismo. Y bailaban… ¡por Dios!”.
¿Qué será lo que hace nacer en Daniel esa palabra de vida?, una sabiduría de gente simple, buena gente, que se escapa de su mirada y es tan esperanzadora,ese lindo camino que lo trajo al decir del Viejo Antonio.
“Tuve una buena educación, mis viejos son los directores y mis maestros la gente de allá del Norte, del campo. Me enseñaron lo que es compartir. Si carneaban un animal, lo repartían con los vecinos, y ya venía uno con papa o con maíz. Todo eso te enseña. Todos necesitamos del otro. Y compartir. Ese es el mayor aprendizaje, podés tener muy poco, pero compartilo”.
Una excelente nota para una excelente persona.Como dice el cronista, una persona simple, llena de sabiduría y una mirada que deja al descubierto su bondad.
Fotos: Daniel Chachagua
Esta devoción de la tierra como lo es la Pachamama, sea tal vez la más antigua de las religiones humanas, por cuanto sobrevivió a los grandes cambios culturales, a la imposición de otras culturas faróneas y aún sigue claramente vigente, de diversas maneras, en cada habitante, que gozoso y alegre festeja sin cesar el ritual que cada año, pinta los paisajes y refresca las fronteras del alma.
Una excelente nota para una excelente persona.Como dice el cronista, una persona simple, llena de sabiduría y una mirada que deja al descubierto su bondad.
Fotos: Daniel Chachagua
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